Después de la degollina de los frailes hubo reiterados intentos por restablecer las Misiones del Caroní, tanto durante el gobierno de la Gran Colombia como en el de la Venezuela separada.
La Ley del 28 de julio de 1826, sobre Patronato Eclesiástico, considera la necesidad de restablecerla, pero la falta de recursos y debido a que la Iglesia tenía otras prioridades, la hicieron imposible, no obstante la perentoria necesidad de proteger al indio contra el mal trato, la explotación y el abuso que lo impelía a tener que retirarse a los bosques o huir a países vecinos.
Ante tal situación, el Libertador dictó un Decreto el 11 de julio de 1828 dando mayores facilidades, entre ellas, mejores beneficios para los sacerdotes misioneros, obligación de los novicios a prestar cinco años de servicio a las misiones, reapertura de los conventos menores y supresión de las disposiciones que exigían 25 años de edad mínima para ser postulados como misioneros.
Este decreto del Libertador no surtió efecto en Venezuela debido a los consabidos conflictos internos y no fue sino después de la separación de Venezuela y durante la segunda presidencia de Páez que se vuelve a considerar el asunto. En 1841, el Presidente José Antonio Páez ordenó el restablecimiento de las Misiones, se contrataron misioneros en España, Francia, Italia, de los cuales, 11 fueron destinados a Caroní, pero no aguantaron mucho tiempo porque en los lugares asignados no existían las condiciones de trabajo indispensables y, por otra parte, eran hostilizados por quienes utilizaban y explotaban a los indígenas.
El último ensayo del siglo diecinueve se registró en 1890, año del Laudo Arbitral por el cual Venezuela perdió el territorio Esequibo. Entonces se contrataron 50 misioneros para la zona del Yuruari, Delta del Orinoco y Estado Bolívar, pero igualmente fue un fracaso.
Al iniciarse el Siglo XX, ante la alarma nacional que produjo la llegada a la Gran Sabana de grupos misioneros de países vecinos, sin autorización del Estado, y apoyado en las lecciones de los frustrados ensayos anteriores, el Ejecutivo nacional tomó nuevas mediadas para asegurar definitivamente la revitalización del sistema misional en Venezuela.
Creación del Vicariato Apostólico
En el 1918, el Gobierno de Juan Vicente Gómez, acogió una propuesta de los Capuchinos y dos miembros de esa orden, Arecángel de Valdavida y Bienvenido Crucero (Monseñor Diego Alonso Nistal), recorrieron las antiguas instalaciones de las Misiones en Guayana y el Delta del Orinoco para a partir de sus observaciones materializar un convenio, el cual y previa autorización del Congreso Nacional, fue suscrito el 21 de febrero de 1922, entre Fray Félix de Vegamián, Superior de la orden de capuchinos en Venezuela y el Ministerio de Relaciones Interiores. La firma de este convenio dio lugar a la erección canónica del Vicariato Apostólico del Caroní el 4 de marzo de ese mismo año 1922, por el Papa Pío XI, con la finalidad prioritaria de evangelizar a los indígenas.
En Guayana se le asignó a los capuchinos un territorio que iba desde la Gran Sabana hasta el Delta pasando por las parroquias de Upata, El Palmar, Guasipati, Tumeremo, El Callao y San Félix, pero el 30 de julio de 1954 fue creado el Vicariato Apostólico de Tucupita, por lo que las Misiones del Caroní, quedó reducida a 88.000 kilómetros cuadrados de la hoya hidrográfica Caroní-Paragua, con una población de 20 mil habitantes aproximadamente, distribuida en grupos de la familia pemón (arekuna, kamaracoto, taurepan) y caribes, todos emparentados.
La primera sede de las Misiones del Caroní, una vez restaurada, fue Upata (1922), pero posteriormente (1954) se reubicó en Santa Elena de Uairén que había sido fundada el 28 de abril de 1931, con la llegada de los misioneros Nicolás de Cármenes, Maximino de Castrillo y Gabimo de San Román. Inmediatamente después los capuchinos fundaron la Misión de Luepa (1933), trasladada en agosto de 1942 a Kavanayén (lugar de gallitos de sierra), por el P. Benigno de Frenellino. El 14 de julio de 1954, muy cerca de las estribaciones del Auyantepuy, Fray Saturnino de Villaiviera, junto con un grupo de capuchinos proveniente de la provincia de León, España, fundó a Nuestra Señora de Kamarata; luego, buscando hacia el corazón de la Gran Sabana, a orillas del río Karuai, noviembre de 1957, el P. Fernando Zapata, formado y ordenado en el Seminario de la Misión y un grupo de internos, fundaron Santa María de Wonkén. En 1959, los grupos de internos, fundaron Santa María de Wonkén. En 1959, los misioneros se extendieron hasta La Paragua y establecieron allí al P. Servando González, para cubrir la zona comprendida desde Antiguo San Serafín de los Reyes hasta el castillo de San Vicente de Girito y frontera del Brasil. Misioneras del divino Maestro, dominicas y franciscanas han sido incorporadas a las actividades misioneras desde 1936.
A partir de 1955, el Ministerio de Justicia otorgó permiso a misioneros evangélicos para desarrollar labores propias de esta religión en territorio indígena y detrás de ellos han venido adventistas, bautistas, luteranos y Nuevas Tribus, organización esta última vinculada al Instituto Lingüístico Norteamericano y cuya actuación ha dado lugar a fuertes polémicas a nivel nacional.
Existen otras misiones en Guayana que se encuentran en manos del Arzobispo directamente y no de Propaganda FIDE, entre ellas, la Misión Juan XXIII y la Misión Madre Emilia , todos dedicados a actividades religiosas y de promoción humana.
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