martes, 13 de marzo de 2012

La Virgen del Valle Patrona de la Diócesis


La Virgen del Valle es la Patrona de Margarita y del Oriente venezolano y también, desde el 27 de Abril de 1921, Patrona de la Diócesis de Guayana.
Septiembre es un mes mariano por excelencia y el día 8 de la natividad de María lo dedica el Santoral a las fiestas de la Virgen del Valle, patrona de Margarita y Oriente e igualmente patrona de la Diócesis (hoy Arquidiócesis) de Guayana. Por consiguiente, al comenzar el noveno mes del año, se moviliza el fervor de la feligresía devota en torno a Nuestra Señora del Valle, una de las tantas imágenes a las cuales la leyenda da origen inexplicable.
Los pescadores margariteños  abrigan versiones, entre ellas, una según la cual la imagen fue hallada por indios guaiqueríes de Palguarime en unos matorrales de chiguichigues, cardones y pitahayas, muy cercanos al lugar donde tiene atractiva iglesia de  estilo gótico.  Sin embargo, cronistas como el Hermano Nectario María han dado a la venerada un origen más real en el sentido de que la imagen se hallaba en la isla de Nueva Cadiz (Cubagua) en 1542 cuando el padre  Francisco Villacorta decidió trasladarla a Margarita, como sobreviviente del terremoto que destruyó a  aquella rica tierra de las perlas.
El culto y devoción por la Virgen del Valle desde hace más de 400 años ha avasallado a todo el Oriente y Sur y ello se acentuó más a partir de 1911 cuando el Papa León XIII dispuso su  Coronación canónica para lo cual delegó el 8 de septiembre de ese mismo año al Obispo de la Diócesis de Guayana Monseñor Antonio María Durán.  Su sucesor, Sixto Sosa Díaz, fue quien la proclamó años después como Patrona de la Diócesis.
La petición la hicieron el 8 de septiembre de 1920 los sacerdotes Adrián Ma. Gómez, Deán Provisor; Francisco Rodríguez, Canónigo Lectoral; Crisanto Alvins, Canónigo Magistral; Martín Guisadola y Ariosaga, Jesús García Gómez, Luis Ma. Díaz, Talarista; y los civiles católicos Eduardo Azanza, M. Silva Carranza, W. Monserrat Hermoso, Pablo Carranza, José Eugenio Sánchez Afanador, A.V. Aller, V. Salicetti, a. Anzola, V.  Hernández, Vicente Rafael Tovar, M. Carranza, Luis Fiangas, Lino Bossio y muchos otros feligreses.
La petición decía que “el clero y fieles de vuestra Diócesis, deseosos de que en ella esté colocada bajo un patrocinio especial, conforme se recomienda en el Canon 1278 del Código de Derecho Canónico y siendo tan antigua como general devoción dentro y aún fuera de sus confines el culto a la Santísima Virgen que bajo el título de Nuestra Señora del Valle, se le tributa en el Santuario de la Isla de Margarita, celebrándose su festividad el día 8 de septiembre y la siguiente octava, con afluencia de forasteros peregrinos de los lugares más remotos, consideramos que la Madre de Dios en la supradicha advocación diocesana, debe ser litúrgicamente constituida como Patrona, toda vez que ella se digna ejercer admirablemente ese patrocinio a favor nuestro, por los beneficios abundantes y prodigiosos con que de continuo corresponde a la plena confianza que ponemos en su bendita invocación.
“Por tanto acudimos a U.S. para suplicaros os sirvais acoger favorablemente esta manifestación con la cual proclamamos a Nuestra Señora del Valle por Patrona de la Diócesis de Guayana, elevando, si lo teneis bien, esta elección nuestra, al conocimiento de la sede apostólica, con la debida recomendación, para obtener la necesaria confirmación canónica, con los privilegios litúrgicos inherentes a semejante patrocinio”.
Monseñor Sixto Sosa Díaz, a quien fue enviada la solicitud, se hallaba en Ciudad Bolívar desde  1915, cuando fue nombrado Obispo Claudiapolis  y Administrador Apostólico de Guayana.  A raíz de la muerte de Mons. Antonio María Durán ocurrida en la ciudad el 16 de julio de 1917, fue designado octavo Obispo de la Diócesis y como tal dio su consentimiento pleno y elevó la solicitud ante la Sagrada Congregación de Ritos en Roma, en enero de 1921 anexando las firmas de los sacerdotes y de  millares de personas de toda la Diócesis.
La Sagrada Congregación de Ritos, al recibir la solicitud la presentó a Su Santidad el Papa Benedicto XV, a través del Cardenal Antonio Vico, prefecto de la congregación y el Santo  aceptó a la Virgen del Valle como Patrona principal de la Diócesis de Guayana, atribuyéndole todos los privilegios y honores que por derecho competen a los patronos principales de lugares.
El 5 de septiembre de 1921, Monseñor Sixto Sosa, asistido de numerosos sacerdotes de la Diócesis y multitud de fieles, hizo la solemne proclamación.
Cuando en la década de 1950 se construyó el nuevo Palacio de la Diócesis en las afueras de la ciudad, el primer Arzobispo Monseñor Juan José Bernal Ortiz, pidió  se le construyera anexo, una Capilla a donde fue entronizada la Virgen del Valle.  El sucesor Arzobispo Crisanto Mata Cova, considerado entonces por el  Presidente del Consejo Municipal Carlos Hernández Acosta “como el primer invasor” invadió al frente de una legión de familias sin techo, unos terrenos cercanos al Palacio y fundó el Barrio Virgen del Valle donde le fue erigida otra Capilla.
En 1936 Consuelo Pérez de Quejeiro propuso al Obispo Miguel Antonio Mejía entronizar en la Catedral la imagen de la Virgen del Valle, todo lo cual ella costearía agradecida por un milagro de la Virgen margariteña.  La imagen, tallada en madera, de 1.60 metros fue hecha en Barcelona de España, pero entonces la devota Consuelo Pérez Quejeiro no estuvo de acuerdo con el lugar que el Obispo le asignó en la Catedral y optó por conservarla en su casa de la calle Dalla Costa Nº 41  donde la señora María de Torres, ya nonagenaria, heredera universal de todos los bienes de Consuelo y junto con ella su hija Gladis Torres Pire, asumió  también como heredad la tradición de cuidar de la imagen y llevarla a la Catedral al comenzar septiembre para las festividades en su honor.

Y los milagros de la Virgen bonita de los pescadores y marinos, también de la Armada Venezolana, son profusos y se diseminan por toda Venezuela.  En marzo de 1950, día jueves a las siete de la mañana hubo uno en los Saltos de Mariba que antecede al Salto Aripichi en la desembocadura del Río Icabarú en el Caroní, que repercutió hondamente en la población guayanesa.  Dos curiaras grandes cargadas de mineros, entre ellos, José Urbano Taylor, Secundino Marcano, Miguel Requena Mister Ocona y José Peña, entre cincuenta de ellos, naufragaron y todos se salvaron incluyendo un saco o costal con 80 kilogramos  de granos herramientas y ropa que, y he aquí el milagro, flotó  y navegó sin hundirse no obstante su peso, hasta el lugar ganado a nado por los mineros.  En ese momento angustioso, José Peña exclamó cargado de fe que ese saco no podía irse al fondo porque “la Virgen del Valle no se ahoga”.  Dentro envuelto en la ropa  había colocado antes de partir, una estampa de la Virgen de Los Palguarime.
La Virgen del Valle es la más antigua de todas las vírgenes que hoy se veneran en Venezuela y la que mayor arraigo tiene en el alma de los habitantes de la región oriental del país.  Ese arraigo es alimentado por innumerables leyendas y las milagrosas salvaciones y otras intervenciones que le atribuyen quienes en el curso de casi cinco siglos han obtenido de ella toda suerte de favores.
De esos favores que explican los exvotos que se exhiben por millares en la Casa Parroquial del Valle, se ha escrito mucho y posiblemente sea más popular el del buzo que en el fondo del mar halló la ostra con la primera perla que había ofrecido a la Virgen por salvarlo de una gangrena que tuvo a punto de causarle la púa de una raya.  La perla hallada y que se puede ver entre los innumerables exvotos de la Virgen, se asemeja a una pierna con un punto negro en la zona donde el buzo resultó lesionado por el selacio.
Otro exvoto o milagro observable en la casa parroquial contigua al Santuario de estilo gótico en El Valle del Espíritu Santo de Margarita, es un medallón perteneciente al General Juan Bautista Arismendi, en el que habría rebotado la bala de un fusil disparado contra el héroe margariteño en una de las batallas de la guerra de Independencia.
Las promesas suelen pagarse con exvotos de plata y oro imitando con habilidad de orfebres cada caso particular resuelto. De ese modo es posible ver barcos salvados de tormentas o del coletazo de alguna ballena o huracán; marinos rescatados de naufragios; ojos de ciegos que volvieron a la luz; riñones curados de litiasis; senos de mujeres que escaparon del cáncer; morocotas de quienes pretendieron ganar con ellas mayores indulgencias; el trofeo del atleta que alcanzó la meta deseada como presillas y gorras de militares que lograron su ascenso.
Otro modo de pagar promesas, por lo común el propio día de la Virgen, es prenderle velas y cirios; llegar hasta su trono arrastrando las rodillas desde el atrio del Santuario y a veces desde la propia entrada del pueblo. Hemos visto pescadores y marinos revivir la escena del naufragio braceando la tierra a pecho limpio como si estuviera nadando en el mar, hasta llegar llorosos, implorantes y maltrechos a los pies de la virgen bonita de los margariteños.

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