Primer Obispo de Guayana
De acuerdo con el Decreto que segregaba las Indias Occidentales de la Diócesis de Puerto Rico, correspondía al Rey de España elegir al nuevo Obispo de Guayana y al efecto, según la investigación hecha por el Padre Hernán González Oropeza, asesor de la Cancillería de Venezuela, había varios candidatos oficiales del Consejo de Indias, entre los cuales no figuraba Monseñor Francisco Ibarra y Herrera. A su juicio esto le parecía factible debido a que Monseñor Ibarra era criollo nacido en el humilde pueblo de Guacara y tal dignidad en la época estaba reservada a los peninsulares. Sin embargo, y para sorpresa de muchos, el Rey postuló ante el Papa Pío VI a Monseñor Ibarra, posiblemente por sugerencia de tres personas influyentes, Francisco Saavedra, Fermín de San Sinenea y el Tcnel. José Pinto Patiño, que conocían muy bien a Venezuela como también los méritos y cualidades del postulado.
Efectivamente, Monseñor Francisco de Ibarra y Herrera, hijo de Gabriel Remigio de Ibarra y Arias y de Brígida de Ibarra Herrera. Había nacido el 19 de septiembre de 1726 en el entonces humilde pueblo de Guacara (Carabobo), pero sus padres eran blancos peninsulares y de buena posición por lo que a Francisco no le faltó una buena educación orientada en su vocación sacerdotal.
Ser sacerdote era su destino y por eso sin contratiempo sus padres lo inscribieron en el Seminario de Caracas y luego en la Real y Pontificia Universidad, donde se graduó de Doctor en Cánones a la edad de 24 años y pasó a ser catedrático a la vez que teniente de Vicario capitular Carlos de Herrera, en ejercicio del gobierno eclesiástico por la muerte del obispo Manuel Machado y Luna.
En 1754, fue ascendido a Rector de la Universidad y en 1765 obtuvo en el Cabildo Eclesiástico de la catedral de Caracas la canonjía doctoral y más tarde las dignidades de Maestrescuela y Chantre, títulos más que suficientes para ser distinguido como lo fue. Primer Obispo de Guayana.
Elevado a la dignidad episcopal en 1791 por el Papa Pío VI, Monseñor Francisco Ibarra recibió la consagración el 27 de Mayo de 1792 de manos del obispo de Puerto Rico, Francisco Lacuenta.
Tan pronto fue consagrado partió hacia Angostura a tomar posesión asistido por su Vicario Dr. Miguel de Herrera. Desde la creación de la Diócesis se había encargado de la misma el Presbítero José Ventura Cabello, quien pasará a formar parte como canónigo del Cabildo Eclesiástico. Inmediatamente se dispuso a organizar la Diócesis y emprender una visita pastoral por todos los pueblos y la cual, por motivos de salud, se vio obligado a delegar en el Padre Pedro Level.
Preocupación de Monseñor Ibarra al tomar posesión fue el estado en que se hallaba la única Iglesia, ahora elevada a Catedral, de la capital de la provincia. En el mejor estado estaban los templos de otros lugares de la Diócesis, entre ellos, el de Caruachi y San Serafín en Guayana. En Angostura sólo se podía ver como acabado el Convento de los Padres Franciscanos en la parte oriental de la ciudad, pues la fábrica de la iglesia, desde los tiempos del Gobernador Manuel Centurión, estaba prácticamente paralizada.
Su construcción se había iniciado desde el mismo momento en que Santo Tomás de la Guayana es trasladada a la Angostura del Orinoco, pero ésta, según informe levantado por Monseñor Ibarra está “en paredes sin enrazar de la puerta mayor al crucero, y desde allí a la capilla mayor y colateral a la mitad o menos de alto, sin sacristía. Su longitud total es de 35 varas. Hay necesidad de ampliarla y terminarla”.
El gobernador de la provincia de Guayana para entonces era Luis Antonio Gil, quien también da cuenta del estado de la fábrica y la necesidad de ampliarla. Habla de planos y perfiles que no están en la carta, pero hay contratiempos que impiden que la construcción de la Iglesia avance y el Obispo y sus sacerdotes tienen que oficiar los ritos en un altar improvisado en la propia sede de la Diócesis.
Sin poder concluir la Catedral, Monseñor Ibarra llega en 1798 al final de su gestión episcopal, pero logra echar las bases del seminario de Guayana formando sacerdotes nativos de la propia diócesis. Sin embargo, el clima no favorecía su salud y por esa circunstancia debió renunciar en cuatro ocasiones hasta que las autoridades civiles y eclesiásticas de Caracas lo pidieron como obispo, lo cual les fue concedido por el Papa Pío VI conforme a Bula del 14 de diciembre de 1798.
Ya en 1799, Monseñor de Ibarra estaba de nuevo en Caracas y en calidad de Provisor Gobernador de la Diócesis en sede vacante, dejando a José Ventura Cabello, hasta que tomó posesión el segundo obispo José Antonio García Mohedano.
El 24 de noviembre de 1803, el Papa Pío VI erigió la Diócesis de Caracas en arzobispado, quedando las de Mérida y Guayana como sufragantes. De suerte, que tocó a Monseñor Ibarra el honor de ser, además del Primer Obispo de Guayana, el primer Arzobispo de Caracas. Tenía entonces 76 años de edad y creía que iba a morir pronto. Es más, pronostico que moriría a la edad de 80 años, el mismo día y mes de su natalicio, es decir el 19 de septiembre. Así ocurrió en 1806, un día antes reunió a su Cabildo Eclesiástico y se despidió con una carta “edificante en extremo”, según revela el historiador Nicolás Eugenio Navarro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario