Las Misiones en Venezuela quedaron liquidadas durante la Guerra de Independencia, pero en Guayana a partir de 1817 que entró el Ejército patriota para restablecer la República. Todos los pueblos misioneros tomados coronaron fatalmente con la ejecución de 20 frailes Capuchinos y dos legos (enfermeros) que atendían las Misiones del Caroní.
Los 20 religiosos, los dos legos y otros que escaparon, fueron apresados en las distintas Misiones que regentaban y encerrados en el Templo de San Ramón de Caruachi, por considerar los patriotas que siempre estuvieron al lado de los realistas, eran sus principales proveedores y ejercían gran influencia sobre sus territorios.
Pero cuando se creía que los misioneros no pasarían de ser meros presos políticos a los que finalmente se castigarían poniéndolos de vuelta a España, aparecen degollados en masa sobre una laja cercana al pueblo de la Misión de San Ramón de Caruachi, al poniente de Upata.
La degollina ocurrida en mayo de 1817, justamente al mes de los sucesos de la Casa Fuerte (7 de Abril de 1817), fue considerada como venganza por lo que los realistas hicieron en Barcelona, asesinando a ancianos, mujeres, niños y enfermos que allí se refugiaban. Sea como haya sido fue condenado por la conciencia pública como un hecho cruel y sanguinario, innecesario e indigno de la causa republicana.
Relatan las crónicas que el primero de ellos en caer con la cabeza cercenada fue el Padre Mariano de Parafita, fundador de la Misión de Nuestra Señora de Tumeremo, seguido de José Antonio de Barcelona, encargado de la misión de Santa Clara de Yavaragana; Diego de Palau, de la Iglesia Purísima Concepción del Caroní; Matías de Tibisa, de San Félix; Gerónimo de Badalona, de Santa María de Yacuario; Luis de Cardadén, de San Isidro de Barceloneta o La Paragua; Josef de Valls, de San Francisco de Altagracia; Celso de Reus, de Nuestra Señora de los Dolores de Puedpa; Ramón de Villanueva, de la Divina Pastora del Yuruary; Miguel de Geltrú, de San Santa Eulalia de Merecuri; Ildefonso de Mataro, de San José de Lonisa de Ayma; Fidel de Hospitalet, de Nuestra Señora del Rosario de Guasipati; Joaquín de San Vicente de Llavanera, de Barceloneta; Esteban de Sabadell, de San Ramón de Caruachi; Ángel de Barcelona, de San Antonio de Upata; Valentín de Tortosa, de Upata y Honorio de Barcelona, de Santa Magdalena de Currucay, más los enfermos Antonio de Say y Mariano de Triana. Uno a uno, cayeron decapitados sobre la piedra soleada de Caruachi, incinerados luego y arrojados al río.
En su libro “La Guayana del Libertador”, Manuel Alfredo Rodríguez cita a Lino Duarte Level, quien afirma que el Libertador visitó por primera vez la capital de las misiones llamada Purísima Concepción de Nuestra Señora de María Santísima del Caroní, el 5 de mayo de 1817 y que al día siguiente se reunió con el Coronel José Félix Blanco, sacerdote patriota que gobernaba las Misiones por nombramiento de Piar que había ratificado Bolívar.
La reunión fue para escoger un lugar seguro a fin de alojar a los veinte misioneros y los dos legos enfermos concentrados por Piar en San Ramón de Caruachi. Según la versión atribuida al Padre Blanco, Bolívar consideraba procedente el traslado de los misioneros para evitarles “insultos y vejaciones de tantos locos que hay en nuestras tropas, pero permaneciendo allí hasta que ocupado el Orinoco por nosotros como lo será pronto por el Almirante Brión, podamos echarlos fuera y que se vaya con Dios”.
El Padre José Félix Blanco sugirió los lejanos poblados del Distrito Este de la Misión llamados San Félix Cantalicio de Tupuquén y Nuestra Señora de Belén de Tumeremo con lo que Bolívar estuvo de acuerdo. Continúa Blanco diciendo que cuando se ocupaba de tomar las medidas del caso, fue llamado a presencia del Libertador, pero que cuando pisaba el último escalón de la escalera del Convento, Bolívar indignado y a gritos habló así: “No se los decía yo a ustedes ahora rato, que le temía a los locos del ejército. Acabo de saber que los desalmados han asesinado a los frailes de Caruachi a la luz del día...” Efectivamente en la mañana del 7 de mayo, los religiosos fueron sacrificados a orillas del Caroní por la guarnición indígena del Caruachi. Los jefes militares del lugar eran Jacinto Lara y el Capitán Juan e Dios Monzón, oficiales de Bolívar llegados el mismo día en reemplazo del capitán piarista Juan Camero.
A partir de ese suceso cruento aún no esclarecido objetivamente por los historiadores, las Misiones quedaron liquidadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario