La evangelización del continente comenzó por Cumaná, antigua Nueva Andalucía, con los misioneros Fray Francisco Córdova y Fray de Garcés y se fue extendiendo por occidente-centro y luego el Alto Orinoco, Caroní y Río Negro, dando lugar a las Misiones más importantes y ricas del período colonial.
Las misiones o acción de los misioneros tenía por objeto desarrollar una conquista pacífica de las tierras descubiertas por los navegantes y adelantados hispanos, conformando núcleos embrionarios de futuros lugares o municipios como Upata, Guasipati, Tumermo, el Callao, San Félix, el Palmar y Santa Elena que empezaron por ser simples misiones y hoy son pueblos consolidados, social y económicamente importantes, dentro del contexto de la Región Guayana. Esto, aparte de cristianizar o evangelizar a los aborígenes penetrando a través de talleres, templos y escuelas, sus hábitos, costumbres ancestrales y culturales en general.
Numerosas Misiones se fundaron al Sur del Orinoco desde el Delta hasta más allá de los raudales y son comparativamente pocas, pero importantes, las que sobrevivieron a los constantes ataques de las tribus rebeldes y a las penurias y adversidades propias de la selva.
Para 1790, cuando fue erigida la Diócesis de Santo Tomás de Indias como se llamó originalmente la después Diócesis de Guayana, existían en lo que es hoy el territorio Sur del Orinoco, la Misión de la Purísima Concepción de Nuestra Señora del Caroní, la cual comenzó a fundar en 1724 el Padre Fray Jacinto de Sarría; la Misión de Nuestra Señora de los Ángeles del Yacuario que inició en 1730 el Padre Juan de Libia; la Misión de San José de Capapui, 1733, fundada por Fray Manuel de Castelltenjol; Misión de Nuestro Padre San Francisco de Altagracia, 1734, por Fray Mariano de Cervera; Misión de la Divina Pastora, 1737, por Fray Fulgencio de Beaña; Misión de San Miguel del Palmar, 1746, por Fray Sebastián de Igualada; Misión de Nuestra Señora de Monserrate del Miamo, 1748, por Fray Buenaventura de Santa Coloma y Misión de San Fidel del Carapo, 1751, por Fray Antonio de Martorel; la Misión de Santa Eulalia de Marucuri, 1754, por Fray Buenaventura de Cebadle y Misión de San José de Leoniza de Ayma, por el Fray Enrique de Puigreitg.
También la de Nuestra Señora del Rosario de Guasipati, 1757, por Fray Francisco de Orgaña; Misión de Santa Cruz del Calvario, 1769, por Fray Buenaventura de San Celonio; Misión de Santa Ana de Puga, 1769, por Fray Félix de Vich; Misión de San Ramón de Caruachi, 1763, por Fray Cerafin de Arcins; Misión de San Antonio de Huicsatanos, 1765, por Fray Miguel de Oloc; Misión de San Pablo Cumano, 1767, por Fray Agustín de Barna, Misión de Nuestra Señora de los Dolores de Puedpa, 1769, por Fray Pascual de Barna; Misión de San Pedro de Las Bocas, 1770, por Fray Salvador de Barna; Misión de San Buenaventura de Guri, 1771, por Fray Francisco de Darmas; Misión de San Miguel, 1779, por Fray Hermenegildo de Vich; Misión de Santa Clara, 1779 por Fray Matías de Tibisa; Misión de Santa Magdalena de Currucay 1783, por Fray Diego de Palúa; Misión del Ángel Custodio de Aycana, 1785, por Fray Leopoldo de Barna y Misión de Nuestra Señora de Belén de Tumeremo , 1788, por Fray Mariano de Parafita.
No hay comentarios:
Publicar un comentario